Desde su incursión en nuestra vida cotidiana y particularmente en el ámbito educativo, la inteligencia artificial generativa (IAGen) ha sido objeto de profunda reflexión y debate. Quizás el tema de la integridad académica es el que más ha despertado inquietud, ya que la constante sofisticación de las herramientas de la IA parece socavarla de manera inexorable.
Esta preocupación no es infundada. Recientemente la UNESCO ha dado a conocer su «Guía para el uso de IA generativa en educación e investigación», y ha recomendado a los gobiernos regular su uso en las escuelas.
Diversas universidades alrededor del mundo han tenido que hacer frente a la inteligencia artificial generativa, ya sea actualizando sus reglamentos y políticas o promoviendo su uso responsable.
Un caso cercano y concreto es el que lidera la reconocida doctora Tricia Bertram Gallant, en la Universidad de California en San Diego (UCSD), quien ha publicado numerosos artículos sobre el tema y ha elaborado una guía para profesores universitarios en un esfuerzo por promover y preservar la integridad en los entornos educativos.
La UDCI, por su parte, se encuentra trabajando en el reglamento para ser garante de una cultura académica íntegra, adaptada a los nuevos retos educativos.
El Centro Internacional para la Integridad Académica (ICAI, por sus siglas en inglés), define la integridad académica como «un compromiso, incluso ante la adversidad, con seis valores fundamentales: honestidad, confianza, justicia, respeto, responsabilidad y valentía».
En la actualidad, hay aplicaciones de IA que se promueven entre los estudiantes como indetectables y lo más «humanizadas» posibles, lo que sin duda mina cualquier valor que sustenta la integridad académica. Además, representan un desafío para los docentes y plantean varios problemas epistemológicos, como la credibilidad, la autenticidad y la transparencia.
Los retos educativos siempre representan oportunidades para innovar y mejorar. Quienes nos dedicamos al estudio de la educación vemos en estos desafíos una oportunidad para repensar la enseñanza y promover nuevos enfoques pedagógicos que honren la integridad académica.
No hay duda, la IA llegó para quedarse y el nivel de perjuicio será en proporción al valor ético con el que la abordemos.
Por: Oscar Herrera Ruelas.
Alumno de Maestría en Educación en UDCI.
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