Hasta este momento hemos conversado sobre las diversas áreas en las que el diseño puede aportar valor y utilidad en la proyección visual y la comunicación interna y externa de una empresa; exploremos lo segundo.
Para los agentes económicos, el diseño es considerado como un recurso estratégico que permite a las empresas penetrar y persuadir mediante el uso de mensajes visuales diseñados específicamente para lograr una estímulo favorable y rentable sobre el consumidor final (Llompart, s/f).
Lo anterior implica que “el diseño es un proceso que delibera sobre la teoría y sobre la innovación; esto para crear escenarios donde la producción de imágenes incide sobre la vida de la gente, sus conductas de consumo, sus hábitos de lectura y sus necesidades de información (Tapia Mendoza, 2014).
Ello significa también que es una disciplina teórico-práctica, que parte de conceptos y de lugares de pensamiento, se ajusta a las condiciones situacionales y su propósito es regular favorablemente la relación del hombre con su medio ambiente, con la cultura, las creencias y con las instituciones; de un modo práctico, eficiente y significativo. (Op. Cit).
Lo que es cierto es que todo comunica, en especial todo aquello que se ve; vivimos en la época en donde toda función interna está destinada a generar una percepción favorable sobre la empresa, producto, servicio, idea o experiencia que esta facilita a su mercado meta.
Podemos tener un producto excepcional pero, sin aplicar el diseño gráfico como una estrategia integral dirigida por personas con capacidad creativa y técnica puede llegar a ser la fórmula ideal para un colosal desastre. Sin diseño no existen los elementos gráficos que le representan; esos que de manera incisiva y repetitiva se quedan en la mente del consumidor listos para ser activados por los recuerdos facilitando predilección de un producto sobre otros.
Por: Mtro. Jesús del Rosario Bernal Álvarez
Docente de la Lic. en Diseño y Artes Visuales UDCI