La relación existente entre funciones ejecutivas (FE) y algunos trastornos del neurodesarrollo, como los trastornos específicos de aprendizaje, debería ser un tema de relevancia en la actualidad (en el ámbito educativo), debido a la prevalencia creciente en el diagnóstico de este tipo de trastornos en la población infantil.
Las FE incluyen habilidades como planificación, iniciación, memoria de trabajo, autocontrol (inhibición y monitoreo del rendimiento), velocidad de procesamiento, atención y cambio de tareas (Zelazo, Blair y Willoughby, 2016; Zelazo y Müller, 2002; Zelazo, et al., 2003).
Estas habilidades tienen como principal sustrato neuro-anatómico la corteza prefrontal y sus conexiones recíprocas con otras zonas del córtex cerebral y varias estructuras subcorticales (Isquith, Crawford, Espy, & Gioia, 2005; Samango-Sprouse, 2007; Tirapu & Luna-Lario, 2008; Trujillo & Pineda, 2008; Zelazo, 2003). En los primeros grados escolares se ha registrado un pico en la fuerza de las correlaciones entre FE y rendimiento escolar (Best et al., 2011; Welsh et al., 2010).
Específicamente, con población infantil se ha relacionado el tema de las FE con habilidades cognitivas, aprendizaje de la lectoescritura y competencias matemáticas (Risso, García, Montserrat, Brenlla, Peralbo, Barca., 2015; Acosta MR, Avendaño BL, Martínez M, Romero LM, 2014).
Cualquier alteración en el proceso de planeación y anticipación, déficits de atención, de memoria de trabajo, pueden conllevar a dificultades en el rendimiento académico (RA) (Aronen, Vuontela, Steenari, Salmi, Carlson., 2005; Castaño., 2003; Ramos, Pérez, 2015; Ramírez, Díaz, Vega, y Rodríguez R., 2013).
Amanda, Wenzel, Megan y Gunna (2013) puntualizan que los niños mientras más temprano desarrollen las FE, lograrán mayor éxito en la escuela, ya a que les servirá de soporte en las áreas de matemática y lectoescritura durante su formación académica.
Por lo anterior, se subraya la importancia de fortalecer e incrementar las FE como un modo de favorecer el aprendizaje escolar (Best et al., 2011; Blair y Raver, 2014; Diamond y Lee, 2011; Welsh et al., 2011).
Por: Mtra. Yecedma Cristal Castillo Cháidez
Docente de la Licenciatura Psicología UDCI