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Columna / La cinematografía del espectáculo


Por: Benjamín Figueroa García

(Parte 1)



Desde su primera concepción, la cinematografía ha tenido la habilidad de deslumbrar a sus espectadores. El uso de ilusiones ópticas y creaciones mecánicas se estableció como una norma para maravillar a las crecientes audiencias, abriendo la posibilidad de explorar mundos cada vez más complejos e impactantes. Sin embargo, la necesidad de ser llamativo gracias a sus inventos o técnicas dejó atrás la fascinación inicial de encontrar lo extraordinario dentro de la construcción de imágenes, a través de un discurso.


Esto ha causado que el cine sea considerado un espectáculo, donde su único propósito es generar un entretenimiento efímero y superficial que será sustituido y olvidado por la nueva creación. Muchos de sus inventos más importantes fueron creados con el propósito de la innovación y ofrecer cosas nuevas que atraigan una mayor audiencia, pero también se han convertido en elementos que pronto fueron adaptados como algo esencial dentro de la expresión cinematográfica.


Pero el problema no son los elementos dentro de la creación cinematográfica, sino la forma en la que son usados. El uso de efectos visuales y otros desarrollos tecnológicos sólo tienen como propósito la creación de universos fantásticos que sólo existen porque pueden ser creados. Pero incluso en estos elementos hay un vacío y una repetición. Las mismas creaciones se copian y reproducen sin una intención más allá de mostrar algo fuera de lo ordinario sin comunicar algo al espectador, sin un discurso.


A pesar de esto, es inevitable mencionar cómo ciertos autores dentro del cine han encontrado la forma de crear imágenes espectaculares que, yendo más allá del artificio, han impulsado las capacidades del discurso cinematográfico. La necesidad de explicar su existencia a través del arte los ha llevado a crear un cine espectacular que, alejado del concepto del entretenimiento, muestran la posibilidad de establecer una expresión cinematográfica donde, a partir de lo espectacular, se crea lo extraordinario.



Benjamín Figueroa García

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