Durante una conversación con una de mis estudiantes, que por anonimato llamaremos “VAM”, planteó el tema sobre la importancia de desarrollar el hábito de la lectura en los estudiantes de comunicación, sus retos durante la pandemia y cómo nosotros, los profesores, pudiésemos auxiliar a mejorar este hábito.
Le respondí que este reto no es solo de la academia, la escuela, sino del panorama social que rodea al estudiante.
“VAM”, después, reflexionó que leer no es una práctica en la que alguien consume un texto y ya. Existe una diferencia, similar a la que hay entre oír y escuchar, y eso solo se percibe al hacer de la lectura un hábito.
Le respondí que era correcta su aseveración, sin embargo que solo estriba analizar el tipo de lectura que se consume, pues así como existen alimentos que nutren y comida chatarra, caso similar con los tipos de lectura.
La estudiante comentó que durante la pandemia, como otros jóvenes, se enfrentó al reto de buscar qué actividades realizar para encontrar un poco de entretenimiento, lo cual la mayoría de las veces terminaba en sobreestimulación provocada por ella misma para no querer sentirse aburrida.
Le respondí que la lectura consume tiempo. Si bien es una forma de ocio, es un ocio que no es para todos. Del mismo modo que uno puede montar un toro mecánico, las primeras veces desmotiva tras las caídas, pero cuando existe perseverancia, y en conjunto con esta perseverancia existe un propósito, se vuelve placentera la actividad, incluso las caídas.
Para concluir, “VAM” indicó que no cree que al profesor le corresponda auxiliar a un estudiante para que mejore sus hábitos de lectura. En todo caso lo único que puede hacer el catedrático es buscar opciones de lectura más digeribles para el alumno, que inviten a investigar y que el conocimiento ofrecido nos empuje a filosofar y, por qué no, a que también nosotros seamos generadores de información que complemente la educación de otros comunicólogos.
Totalmente de acuerdo...
Por: Mtro. Joel Almeida
Docente de C. de la Comunicación