Después de consumado un delito y darse a conocer la notitia criminis, acuden al lugar de los hechos tanto agentes policiales como personal de los servicios periciales —del área de criminalística de campo—, todos ellos coordinados por el agente del Ministerio Público. Los penúltimos en mención tienen una tarea mucho más compleja de lo que podría mostrarse en las películas y series televisivas, que consiste en tres actividades que comienzan con la letra “R”:
1) Reconocen en el lugar aquellos objetos, huellas y rastros que tienen relación con el delito que aconteció, a través de diversas metodologías de búsqueda y el razonamiento deductivo.
2) Registran dichas evidencias materiales de manera escrita, fotográfica y planimétrica o con videograbaciones.
3) Recolectan esas evidencias, ya sea completas o tomando una porción representativa de ellas, para proceder a embalarlas con sumo cuidado y así poder transportarlas de forma segura hasta el laboratorio forense.
Cuando este valioso material llega al laboratorio forense, los peritos que allí trabajan practican diversos análisis sobre el mismo y éstos les permiten realizar tres actividades, distintas a las anteriores, pero que también inician con la letra “R”:
1) Reconocen personas, ya que algunos rastros biológicos podrían revelar algún perfil genético o contener huellas dactilares.
2) Reconstruyen hechos, puesto que los estudios van a revelar la naturaleza ciertas sustancias, el funcionamiento de ciertos instrumentos y armas o la causa de muertes de los occisos.
3) Reportan resultados por escrito, conocido comúnmente como la elaboración del dictamen o informe pericial.
Por último, debe mencionarse que todas las actividades criminalísticas anteriores, tanto de campo como de laboratorio, carecerían de certeza y objetividad si no están basadas en los conocimientos, métodos y técnicas de investigación de una última tercia qué mencionar: la química, física y biología.
Por: Mtro. José Luis Lizardi
Docente de la Licenciatura en Derecho UDCI